Hace pocos días que saltó la noticia, por otro lado esperada: la multinacional Monsanto ha cerrado un acuerdo de venta a la multinacional Bayer. Ha sido una noticia esperada porque ya sabíamos que Monsanto había rechazado una oferta de Bayer, y cuando estas cosas pasan y se hacen públicas, lo que suele ocurrir es que la puja sube hasta que se consigue. ¿Qué tiene que ver esto con la agricultura y con la innovación? Vamos a verlo.

Quién es Monsanto

Podemos irnos a la Wikipedia, pero en resumen se trata de uno de los primeros fabricante mundiales de semillas transgénicas para la agricultura. Conocida internacionalmente por sus supuestas prácticas contra los agricultores que no utilizaban sus semillas, y por los ataques sufridos por parte de grupos ecologistas que ven en los transgénicos al demonio.

La «gracia» de las semillas de Monsanto es que los agricultores las tienen que comprar todos los años porque las plantas que producen son estériles. A pesar de eso han tenido mucha aceptación en EEUU donde la legislación sobre el cultivo de especies transgénicas y la comercialización de sus productos es mucho más flexible que en Europa.

Además de producir semillas fabrican fitosanitarios y abonos para la agricultura.

En general el éxito de sus productos viene dado por su gran innovación con los transgénicos y con la investigación de nuevos químicos para la agricultura.

Quién es Bayer

Se trata de otra multinacional conocida por el ciudadano de a pie por su ser una empresa farmacéutica, pero también tiene un división dedicada a la producción de pesticidas para la agricultura.

La fusión

Para estar informados sobre lo que supone la fusión de ambas empresas podemos leer esta noticia de DW.com o esta otra.

La situación que resulta no parece muy diferente de la anterior, pero es muy significativo que el control de la producción de semillas para la agricultura (no sólo transgénicas, sino también seleccionadas de forma especial para hacerlas más productivas y más resistentes a determinadas enfermedades o a los efectos secundarios de pesticidas), queda en manos de cuatro grupos de empresas,  ChemChina-Singenta (otra compra más o menos reciente y en manos chinas), Bayer-Monsanto, Dow-DuPont y BASF (bastante más lejos que las asociaciones anteriores).

Los agricultores temen un control de los precios de semillas, fitosanitarios y abonos, y una dependencia excesiva de estos proveedores, que limite sus opciones de negocio de acuerdo a los intereses económicos de estas grandes empresas.

Es decir, que la innovación en semillas, fitosanitarios (pesticidas) y abonos realizada por estas compañías y que tantas ventajas ha procurado al sector agrícula, ahora puede hacer sufrir a los agricultores.

Sólo el tiempo lo dirá, mientras hay voces que indican que el ciclo de vida de los productos agrícolas hoy en día no es sostenible, por la gran cantidad de producción que es tirada a la basura desde la cosecha hasta la cocina de nuestras casas.

En paralelo a este debate surgen iniciativas como la agricultura local, recientemente impulsada por proyectos como OpenAG del MIT a su vez puesto en duda por su no sostenibilidad.

¿Pesará más la innovación pasada o la innovación futura?